Testigo del Tiempo
Coronavirus y desigualdades económicas
J.C. Malone
ESTADOS UNIDOS, Nueva York.-Las peores pandemias de la historia mataron más pobres que ricos, pero también destruyeron las fortunas de los acaudalados, y redujeron las desigualdades económicas.
La llamada “Peste de Justiniano” comenzó en el 542, devastó Constantinopla y el Imperio Bizantino, durante 200 años mató 50 millones de personas, desproporcionadamente murieron los pobres.
Como redujo considerablemente la mano de obra barata, los sobrevivientes pudieron negociar mejores salarios y condiciones de trabajo.
El COVID-19, en los Estados Unidos, desproporcionadamente mata a los pobres, negros y latinos de todas las edades. Si los peores pagados continúan muriendo así, como luce probable, la oferta de mano de obra barata se reducirá, aumentando el poder de negociación de los sobrevivientes.
Trabajar por el mismo sueldo miserable de los difuntos, solo garantizará la futura muerte de los sobrevivientes actuales. La ingeniería socioeconómica de la naturaleza es cruel, descarnada.
Una de las lecciones del COVID-19 para los asalariados del mundo, es que no debemos seguir trabajando por comida, porque cuando no podamos trabajar, moriremos de hambre.
Y el capital se mantendrá sólido, siempre seguirá contratando muchedumbres hambreadas para que sigan viviendo de la mano a la boca, sin rejuegos económicos para el ahorro.
Los cuatro jinetes que traen el Apocalipsis para las desigualdades económicas, según el historiador Walter Scheidel, son guerras, revoluciones, el colapso de los estados y las plagas. Según Scheidel esas cuatro fuerzas abren ventanas de oportunidades para reorganizar las sociedades y reducir las desigualdades económicas.
Las plagas históricas, observa Scheidel, solían destruir las fortunas de las clases dominantes, pero el COVID-19, parece consolidarlas. Amazon, Walmart, Google y Apple, para solo citar esos ejemplos, multiplicaron sus fortunas en medio de esta pandemia.
En su libro “The Great Leveler” (El Gran Nivelador) sobre violencia y la historia de las desigualdades económicas, Scheidel aclara que eso no ocurre de manera automática. Faltan políticas oficiales dirigidas a alcanzar ese objetivo.
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