Corrupción pacífica; el buen “actor” Paulino Sem
Roberto Valenzuela
SANTO DOMINGO.-De golpe, sin preámbulo o paños tibios, les digo a los lectores de esta columna que la invasión pacífica de la que nos habla la prensa o las redes sociales es una falsa. No quiero que crean en lo que escribiré, sino que lo comprueben utilizando la Internet, que nos ofrece facilidades de confirmar lo que escribimos o decimos.
Es fácil comprobar que desde los gobiernos de Joaquín Balaguer hasta ahora se repiten los mismos titulares sobre el tema haitiano. O mejor dicho, los presidentes, políticos en sentido general, empresarios, iglesias, fuerzas armadas, siempre hacen los mismos anuncios o los mismos cuentos. Dizque se “preocupan”, “unificarán la isla” y ordenan “reforzar”, “sellar” la frontera.
La prensa siempre pone unos titulares de unas supuestas deportaciones de ilegales, que de ser cierto en RD no existiese ni “medio” haitiano. Tendríamos un ejército más numeroso que China, si sumamos, cada vez hay alguna crisis, los militares que dizque envían a “cuidar” la frontera. Si todas las medidas que anuncian se ejecutaran, por la frontera no pasara ni un mosquito.
El último anuncio del “honorable” ministro de las Fuerzas Armadas, Rubén Darío Paulino Sem, es desplegar un batallón de soldados “bien entrenados”, que “hablan” creole, llevan “tecnología” de drones y perros amaestrados. Tienen un supuesto sistema computarizado, que desde la capital monitorean a los guardias en la frontera.
Paulino Sem simuló o actuó tan bien anunciando el “novedoso” plan y mostrando cara de preocupación por el problema que convencía al más incrédulo. Yo le recuerdo al ministro simulador o actor que esas mismas medidas, incluyendo los drones, las anunció el exjefe del Ejército, José Matos, hace bastante tiempo. Este buen actor conoce bien la frontera, pues fue un “excelente” director de Migración.
Lo único cierto es que la frontera es un negocio, lo que menos importa es el patriotismo, la soberanía nacional. O sino revisen la fortuna del actual y los exministros de las Fuerzas Armadas, de los jefes del Ejército y militares fronterizos.
A los empresarios no les importa la soberanía, ven de conjunto a haitianos y dominicanos (fusionaron las dos naciones) como un mercado de alrededor de 23 millones de consumidores para obtener pingüe ganancias, además de la mano de obra barata. El político ve la posibilidad de llegar de pobre a rico vendiendo visas, tráfico de personas y participando de los lucrativos “negocios” con empresarios y militares.
Con el desorden migratorio, estamos cosechando los frutos amargos de la permisividad a los negocios turbios en la frontera: no existe invasión pacífica programada por ningún organismo o naciones desarrolladas, sino corrupción pacífica de dominicanos y haitianos. Si se enfrenta la corrupción con una real política de Estado, se soluciona el problema.