Tomado de BBC Mundo: Presume de ser el país más próspero del planeta, pero millones de sus habitantes pasan hambre.
Una realidad que se ha visto agravada por la expansión del coronavirus y que estos días se refleja en las interminables filas de autos que se forman en puntos de entrega de comida.
La crisis sanitaria que vive Estados Unidos, actual epicentro de la pandemia de covid-19, arroja inquietantes cifras: más de un millón de contagios confirmados, más de 60.000 muertes y más de 30 millones de nuevos desempleados.
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En este contexto, los bancos de alimentos del país redoblan esfuerzos para llegar al mayor número de personas, con el desafío adicional de hacerlo manteniendo la distancia.
Cientos de personas acudieron el miércoles 29 de abril a un reparto gratuito de alimentos en Miami Beach.
Ciudades como Chicago, Pittsburgh, San Antonio o Miami, entre otras, empiezan a acostumbrarse a ver larguísimas colas de autos cuyos conductores esperan su turno para recibir cajas de productos básicos.
Richardson señala que este es el primer día que organiza la distribución de alimentos en esta parte de la ciudad, 50 cuadras al norte de South Beach, donde hace entregas semanales los sábados.
El atasco en Miami Beach llegó a una de sus vías principales, la avenida Collins.
«En total, estamos atendiendo a 2.200 individuos o familias a la semana en todo Miami Beach», indica.
La otra cara del paraíso
A pocos metros de donde nos encontramos están la playa (ahora cerrada) y Collins, la avenida principal que recorre de norte a sur este destino turístico por excelencia.
Aunque el reparto de alimentos se realiza exclusivamente en autos, las personas que llegan a pie pueden inscribirse en una lista para recibir los productos en casa.
El contraste es abrumador.
«Hay mucha inseguridad alimentaria en la playa», apunta J. Elizabeth Alemán, predecesora de Richardson en la comisión municipal.
«La gente no se da cuenta, todos piensan que es un lugar rico, y lo es, pero muchos vecinos viven en viejos y pequeños apartamentos, construidos en los años 40, en los que residen familias completas».
Alemán suele ayudar en el centro de distribución de South Beach y ha observado que ahora, a raíz de la crisis del coronavirus, hay un nuevo perfil: el de quienes nunca pensaron que se verían en esta situación.
«El miedo a no poder poner comida en la mesa es transversal a todos los niveles socioeconómicos», sostiene.
Una de las voluntarias es Romina Orozco, dueña de la floristería Abbot, que llega con un regalo especial, cientos de ramos de flores para que las personas se lleven un detalle extra.
A esta mujer de origen argentino no le extraña que en un lugar como Miami Beach tantas personas hayan acudido a pedir ayuda.
Romina Orozco donó cientos de flores de su negocio para aportar un detalle especial.
«En el sur de Florida, en este sector, la mayoría de la gente trabaja en la hostelería, en restaurantes y en este momento están la mayoría cerrados», expone.
«El sábado pasado en la 21 y Collins había gente desde las 3 de la mañana. La gente está necesitada».
Creciente demanda
Los datos corroboran lo que dicen los entrevistados.
Antes de la pandemia, 1 de cada 7 personas en EE.UU. buscaba asistencia en los bancos de alimentos, según cifras de Feeding America, red nacional que abarca cientos de organizaciones que combaten el hambre.
Los propios bancos de alimentos se encuentran en una situación complicada para abordar la crisis, ante el aumento de la demanda y la reducción de las donaciones de supermercados y restaurantes.
La demanda se ha duplicado o incluso triplicado en algunos lugares.
Feeding South Florida, por ejemplo, sirve actualmente a unas 265.000 personas a la semana en cuatro condados del sur de Florida.
Es más del doble de las personas que solía atender, unas 120.000 a la semana.
«Esto no tiene precedentes», le dice a BBC Mundo Paco Vélez, director ejecutivo de Feeding South Florida.
Vélez explica que la organización está acostumbrada a situaciones complicadas, por ejemplo por la ocurrencia de huracanes en la región, pero la crisis actual ha superado las emergencias anteriores.
Los voluntarios prepararon con entusiasmo los paquetes que entregaron a los beneficiarios.
«El temor más grande es el miedo a lo desconocido», subraya. «Las secuelas de esto van a ser muy significativas».
A Vélez le preocupa que, pasado lo peor de la pandemia, la gente se olvide de las necesidades de los más desfavorecidos.
En las últimas semanas, la organización ha distribuido cerca de 10 millones de kilos de comida, en comparación con los tres millones que repartió durante el mismo período en 2019.
La sombra del desempleo
En Coconut Grove, un arbolado y tranquilo barrio de Miami, hay otro punto de reparto de alimentos.
Pese a la cantidad de autos que hacen fila en este laberinto de calles residenciales, no se percibe tensión alguna. La gente espera con paciencia, sin enfados o bocinazos.
Las organizaciones que ya antes de la pandemia repartían alimentos han visto cómo la demanda se ha duplicado o incluso triplicado.
«Yo soy el que trae la comida», dice Elkin, de Farm Share, la organización al frente de este reparto con el apoyo de autoridades locales.
«Ya hacíamos este trabajo antes, pero con el coronavirus se ha notado mucho cambio. Antes solo se hacía una distribución por día, ahora hacemos tres o cuatro y por todos los lados».
La comida de hoy la aporta el gobierno federal a través del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA, por sus siglas en inglés).
Los conductores no tienen que bajarse del auto ni cumplir ningún requisito especial.
Hay pollo, una bolsa con productos enlatados, pasta, arroz, frijol y garbanzos; después viene la leche, un galón por familia; a continuación hay fruta, hoy manzanas y naranjas; después de eso entregan verduras, y lo último que se reparte es el pan.
«Así es la secuencia que se hace. En una hora u hora y media pasan 500 carros. Se reparte hasta que haya, generalmente quedan muchos carros por fuera, no alcanza», lamenta Elkin.
Entre los voluntarios que entregan comida se encuentra Nick Duran, legislador en la Asamblea estatal de Florida.
«Hay muchas familias con verdaderos problemas para llegar a fin de mes», le dice Duran a BBC Mundo.
«Este tipo de repartos con organizaciones como Farm Share y autoridades estatales y locales son una forma de hacer llegar comida a la gente».
Figuras de la política local participan también en la distribución de productos.
Además de comida, los voluntarios ofrecen formularios para solicitar el subsidio de desempleo.
Y es que muchas de las personas que por primera vez necesitan donaciones de comida perdieron su trabajo recientemente.
Es el caso de Dora y Marcela, que se llevan varias solicitudes, en inglés y español.
Estas dos mujeres nos dicen que han llegado al lugar a las 4 de la madrugada, y aun así no han sido de las primeras en avanzar hacia la cadena de reparto.
«Mi familia solo puede sobrevivir dos semanas sin un cheque», indica Dora.
Vivir al día
Todo esto deja a la vista el precario estado en el que se encuentran millones de personas en EE.UU.
No es una sorpresa que la demanda de ayuda alimentaria haya subido de forma exponencial con la crisis del coronavirus y que la mayoría de los beneficiarios sean primerizos, según organizaciones de los diferentes estados.
La crisis generada por el coronavirus ha desencadenado una demanda de donaciones sin precedentes en Estados Unidos.
Mucha gente vive al día, sin suficientes ahorros y con el peso de deudas de tarjetas de crédito, hipotecas, préstamos de autos o créditos estudiantiles.
Según un estudio divulgado el año pasado por la Reserva Federal, el banco central estadounidense, en caso de que tuvieran que enfrentar un gasto inesperado de US$400, el 27% de los adultos en EE.UU. tendrían que pedir dinero prestado o vender algo y un 12% no tendrían manera de desembolsar ese dinero.
Y de acuerdo al índice de seguridad financiera de Bankrate 2019, ya antes de la actual crisis la mitad de los adultos no tenía los suficientes ahorros para cubrir tres meses de gastos.
En algunos lugares se permite que las personas acudan a recoger los productos.
Con las cifras de desempleo que se registran semana tras semana, el panorama no es muy alentador.
Feeding America calcula que por lo menos 17,1 millones de personas pasarán a enfrentar inseguridad alimentaria en los próximos meses, un aumento del 46%.
Antes de la pandemia, cerca de 37 millones de personas en EE.UU. ya estaban en esa situación, según datos del USDA.
No es extraño, por tanto, que una de las frases más repetidas por todas las personas con las que hablamos, ya fueran beneficiarios de la ayuda, voluntarios o personas con responsabilidad de gobierno sea: «Esto no ha hecho más que empezar»