EL PAÍS.-Lula, el presidente de los pobres de Brasil y el actual, Michel Temer, ascendido al puesto al ser desplazada del poder su otrora compañera de fórmula y presidenta, Dilma Rousseff son los dos objetivos a ser arrastrados hacia la turbulencia del escándalo Odebrecht en el gigante suramericano y que se extiende por países y gobiernos desde África hasta el continente americano.
DETALLES
Las investigaciones sobre la gigantesca red de corrupción de Brasil han terminado por golpear de lleno al presidente del país, Michel Temer. El fiscal general de la República, Rodrigo Janot, ha situado a Temer en el centro de una trama de captación de sobornos para su fuerza política, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), cuando era vicepresidente con Dilma Rousseff. Temer logra por ahora esquivar el destino de los cinco anteriores presidentes del país, todos bajo el punto de mira de la justicia, pero únicamente por la inmunidad que le confiere la Constitución.
La delação do fim do mundo ya tiene imágenes y sonido. Y desde la tarde del miércoles se han apoderado de todas las televisiones y medios digitales brasileños. Son los vídeos divulgados por el Supremo Tribunal Federal (STF) con los testimonios de los 78 antiguos ejecutivos de la macroconstructora Odebrecht que accedieron a colaborar con la justicia. Su relato es el de una casta política corrompida de derecha a izquierda, que acudía a la empresa a pedir dinero para financiar sus fastuosas campañas electorales o simplemente para metérselo en el bolsillo. A cambio, Odebrecht conseguía leyes y concursos públicos a su medida.
Las revelaciones constituyen un nuevo mazazo para la imagen de Luiz Inácio Lula da Silva, el obrero metalúrgico que llegó a presidente y se convirtió en un mito para decenas de millones de brasileños hasta entonces abandonados en la pobreza. Marcelo Odebrecht, expresidente de la constructora, en prisión desde hace más de un año, relata que la compañía llegó a reservar un fondo de 40 millones de reales (unos 12 millones de euros) para atender las peticiones de Lula y de su fuerza política, el Partido de los Trabajadores (PT). Además de financiación para sus campañas, Lula es acusado de pedir favores para él, para sus hijos y para sus hermanos. El expresidente no solo otorgaba a Odebrecht un trato favorable en Brasil, sino que hacía gestiones para la constructora ante gobiernos de países extranjeros, de Venezuela a Angola.
De las relaciones de Lula con Odebrecht ya se conocían detalles, porque el expresidente tiene otros cinco procesos judiciales abiertos. Pero entre todos los documentos divulgados el miércoles hay también material inflamable contra Michel Temer, que llegó a la presidencia el pasado septiembre gracias al impeachment contra Dilma Rousseff. Un informe del fiscal general de la República, Rodrigo Janot, sitúa a Temer como el cerebro de una trama de captación de recursos ilegales cuando era vicepresidente de la República y jefe del PMDB en la Cámara de Diputados.
Temer “capitaneaba un núcleo político organizado”, en palabras del fiscal, junto a dos personas de su círculo de mayor confianza, los actuales ministros de la Casa Civil –una especie de primer ministro-, Eliseu Padilha, y de la Secretaría General de la Presidencia, Wellington Moreira Franco. Padilha era el encargado de “centralizar las recaudaciones financieras” procedentes de Odebrecht, ante la que actuaba “en nombre de Temer y del PMDB”, según concluye el fiscal tras escuchar las declaraciones de seis de los delatores.
El informe del fiscal detalla al menos dos pagos ilegales, ambos en 2014. El primero, de cuatro millones de reales (1,2 millones de euros), fue reclamado por Moreira Franco, entonces ministro de Aviación Civil, tras favorecer a Odebrecht en concursos públicos para la explotación de los aeropuertos de Río de Janeiro y Belo Horizonte. El segundo, según los exdirectivos de la constructora, se pactó en una reunión con Temer en el palacio de Jaburu, residencia oficial del vicepresidente. Uno de los delatores describe la escena, el 28 de mayo de 2014, en el balcón del palacio, antes de cenar. Allí, Marcelo Odebrecht, según ese testimonio, se comprometió a entregar al PMDB 10 millones de reales (unos 3 millones de euros).
El fiscal Janot encontró motivos más que suficientes para incluir a Temer en la lista de los más de 100 políticos que envió al STF para ser investigados. Pero, según explica, renunció porque la Constitución brasileña prohíbe juzgar a un presidente por “acciones ajenas al ejercicio de su función”. Janot, con todo, subraya que se trata de una “inmunidad temporal”, mientras Temer sea presidente, y que solo desiste de actuar contra él “por ahora”.
Esta no es la única carga de profundidad contra Temer que contiene el material de las investigaciones judiciales. Otro exejecutivo de Odebrecht cuenta con detalle un encuentro en 2010 en el despacho de Temer en São Paulo, cuando el dirigente del PMDB era por primera vez candidato a vicepresidente con Rousseff. El delator asegura que en la reunión se pactó una astronómica comisión de 40 millones de dólares para el PMDB, equivalente al 5% de un contrato de la compañía con la petrolera pública Petrobras. Temer asegura que esas acusaciones son una “mentira absoluta”, según un comunicado de la Presidencia de la República.
«No tengo miedo de los hechos, lo que me produce repulsa es la mentira», ha insistido Temer en un vídeo difundido esta tarde por sus servicios de prensa. «Jamás pondría en riesgo mi biografía pública. Mi mayor aliada es la verdad, materia prima del poder judicial, que revelará toda la verdad de los hechos». Pero el presidente no ha hecho la menor alusión a las sospechas lanzadas contra él por el fiscal general de la República ni a los cargos que pesan sobre dos de sus más estrechos colaboradores, los ministros Padilha y Moreira Franco.