Vìctor Mañanà
El talabartero se ubicó justo en el camino. A la vera del riíto por donde bajaban los cantíos del gallo madrugador… y que en todo su derredor la montonera contenía, como muralla tosca e indolente, el grito del indio postrado por los tiempos y el abrasador sol que llega y escapa entre las montañas.
Y allí, bajo cirros y nimbos el talabartero y los cueros del viejo y sacrificado ganado del ingenio, del bravido zafrero y los cañaverales decembrinos…allí, justo al lado por donde cruza la carretera, por donde alguna vez los maizales y cafetales entrecruzaban historias con los atardeceres, allí, justo allí estuvo el artesano de la caballeriza y los caminos… sinuosos, escarpados.
Allí estuvo Cocolo con su sombrero de sienes. Abur, viejo talabartero!