Dominguito de Jesús… o el fin de una odisea por la vida

Por Víctor Mañaná

 

VILLA ALTAGRACIA.-En vez de dormir, me reincorporé en mi almohada de cemento y afloraron de mi mente tantos augurios pesimistas con matices de pandemia. Era otra noche, la de anoche, una mas de escaso sueño y pensamientos largos. Como graznido de cuervo, rasgaron mi pensamiento los recuerdos y el presente donde la vida ya es poca cosa. Ya, no es noticia ni sorprende la muerte de algún conocido, allegado, familiar o vecino… la muerte ronda y se hace rutina entre los mortales.

Este sábado, tempranito, la noticia fue desgarradora desde Villa Altagracia. Dominguito de Jesús murió en un choque de motocicletas detrás del viejo hospital del Seguro. El viejo Dominguito, el veterano comunicador a quien conocí por allá, por la década del 70 «tirando paquetico» por Notitiempo, el noticiero estrella de Radio Comercial que para la época contaba con el mas completo y activo equipo de corresponsales diseminados por toda la geografía nacional. Dominguito reportaba desde San Francisco de Macorís y zonas aledañas y era uno de los mas dinámico y puntual reportero en vivo y en diferido… Nunca me imaginé que tiempos después llegaríamos a conocernos en persona, allá, donde Chea, en el hogar que levantó para siempre donde hemos nacido y vivimos cada día de nuestra existencia y donde él eligió como nido de su eternidad.

Son tantas las anécdotas, que no habría espacio suficiente para contarlas todas. En este oficio del reporterismos compartimos trincheras juntos y también nos peleamos… nos unimos en cada jornada y nos perdonamos con cada acción, en cada instante o vivencia de lucha por la supervivencia entre hermanos. Por eso, aunque ya la muerte es cosa rutinaria entre nosotros, su deceso nos llena de espanto y de luto… de un duelo que retuerce el alma y nos da duro… que nos revienta de llanto contenido y de pena infinita.

Dominguito de Jesús murió en un triple choque entre motores, perdió la vida en su caballito mecánico de batalla, en el motor que tantas veces le advertí de los riesgos que conlleva andar en estos tiempos en esos aparatos, por andar entre locos sueltos que corren a mil y los matones de guaguas y camiones endiablados que se llevan el mundo por delante… y mírelo ahí!

Hace apenas unos pocos días, sonó el timbre de mi teléfono móvil. Lo tomé, miré el número de donde alguien me llamaba y no tenía registro de nombre; Aló, alóo, atiné a responde y del otro lado se dejó escuchar una voz parsimoniosa de aquel hombre que de entrada me preguntó sobre mi identidad. Cuando dije mi nombre, saltó de la alegría y me dijo quien era, era el mismo Dominguito de Jesús quien me había marcado por error desde un número no registrado por mi, y la ocasión fortuita nos sirvió para una larga y tendida conversación donde afloraron los recuerdos, los años mozos del reporterismo de ambos y la amistad que nos ha unido en la vida y por los corrillos tumultuosos y a veces incomprendido del trabajo que nos ha tocado como medio de vida.

Este sábado, 15 de mayo es para enhestar la bandera de la tristeza de nuevo… es para no olvidar que la muerte nos tiene a todos en una fila tan larga y misteriosa, que nadie sabe su turno o las causas que nos empujarán al vacío infinito del adios para siempre.