Esta «maipiola» de niñas y de niños se burla en Bogotá cuando la llevaban a una Corte

COLOMBIA, Bogotá.-El diario El País reseña parte de las actividades delincuenciales de una esbelta mujer colombiana que se nutría de riquezas en base a la venta de niñas al mejor postor y encubierta en una de las peores organizaciones criminales de la región. La principal acusada se burló de los periodistas y policías mientras era conducida a una corte judicial y sin asomo de arrepentimiento alguno exhibió dos largos dedos de sus manos mientras mostraba un rostro burlaba de periodistas y personas en el lugar.
DETALLES
Cuando cae la noche en Cartagena de Indias, la plaza del Reloj, una de las zonas más reconocibles de la ciudad amurallada, se llena de niñas y adolescentes convenientemente vestidas para aparentar más de 18 años. A su lado, hombres y mujeres se encargan de promocionarlas ante los visitantes que llegan a la capital del turismo del Caribe colombiano. Son víctimas de explotación sexual y trata de personas. Muchas de ellas, jóvenes de barrios humildes captadas por Liliana del Carmen Campos Puello, alias Madame, señalada por la Fiscalía de liderar la red más grande de proxenetismo en Cartagena.
Madame, de 42 años, fue forjando un negocio millonario durante más de una década a costa de la vulnerabilidad de las niñas que viven en las zonas que la ciudad oculta: los barrios sin asfaltar, con escasez de servicios básicos, casas precarias y falta de futuro. Los conocía bien, nació en uno de ellos. Hasta allí llegaba su red con promesas de trabajo de modelo y dinero fácil, según explica Mario Gómez, el fiscal de Infancia que ha participado en la operación Vesta que ha llevado a la cárcel a Campos Puello por los delitos de trata de personas, concierto para delinquir e inducción a la prostitución. Se enfrenta a una pena de 27 años de prisión.

Durante seis meses las autoridades colombianas en colaboración con agencias de Estados Unidos siguieron a Madame (cuentan con más de 7.000 horas de grabaciones), a un grupo de israelíes que gestionaba un negocio de proxenetismo internacional y a un militar que no solo explotaba a menores, las obligaba a tatuarse su nombre en alguna parte del cuerpo tras haberlas violado.

Una vez las jóvenes eran reclutadas, Madame las repartía entre las calles de la ciudad amurallada, hostales en los que alquilaba habitaciones y fiestas de lujo en yates e islas que podían durar días. Su marido, según la investigación, era el responsable de vender alcohol y drogas en los paquetes todo incluido que la red promocionaba. “Las menores eran vendidas en catálogos”, ha asegurado el fiscal general Néstor Humberto Martínez.

Era habitual que Madame paseara con un séquito de jóvenes por Cartagena. Las acompañaba a las casas coloniales donde se realizaban eventos con extranjeros. Prueba de ello son las imágenes que publicaba en redes sociales. Siempre bajo el silencio de las autoridades. “Hubo fiestas en las que las jóvenes hicieron fila para ser escogidas por los clientes, en un claro acto de cosificación, contrario a la dignidad y el respeto por los derechos humanos”, ha explicado la juez durante la audiencia en la que se ha dictado prisión para la proxeneta por explotación, no por prostitución “un oficio de libre escogencia que no está penalizado por la ley colombiana”.

La investigación ha contabilizado más de 200 víctimas, muchas de ellas jóvenes venezolanas que escapan de la crisis que hay en su país (en los últimos dos años ha llegado un millón de ciudadanos a Colombia). “Son chicas de todas las clases sociales que accedieron por necesidad”, apunta el fiscal.