Testigo del Tiempo/ J.C. Malone
Azúcar
A quienes controlan el poder político en Washington DC, no le importan los dominicanos, ni los haitianos, mucho menos las condiciones de vida de los trabajadores cañeros.
A esta gente solo le importa retener el poder político, también el dinero necesario para consolidarlo y fortalecerlo.
Impedir la entrada de azúcar producida por el Central Romana tiene una razón exclusivamente política. Quizá las donaciones de la familia Fanjul a los candidatos republicanos al Congreso, en el Sur de Florida, Brooklyn y Queens explique todo. Con esas donaciones, los republicanos controlarán la Cámara Baja.
El embargo no afecta la azúcar dominicana, la familia Vicini sigue exportando sin problemas. En Washington siguen comiendo manzanas del Medio Oeste, en esas plantaciones, los trabajadores agrícolas viven en condiciones muy parecidas a los bateyes cañeros.
La familia Fanjul sabe exactamente lo que ocurre, y como resolverlo, es cuestión de tiempo.
A Washington tampoco le importa que en China tengan gente trabajando casi casi como esclavos, es innegable, para producir las baratijas que las empresas estadounidenses venden carísimas.
¿O será que Central Romana trata mal a sus empleados y la Casa Vicini los trata muy bien?
Hace unos años un cura británico-español, produjo un documental, “El precio del azúcar” donde exponía las deplorables condiciones de vida en los bateyes cañeros de los Vicini.
El documental nunca se exhibió en la República Dominicana, pero todas las voces salieron condenando la producción cinematográfica.
La industria azucarera, como la turística tiene una fórmula que le ha funcionado muy bien. Todas las ganancias son suyas, son propiedad privada, pero cuando llega la vergüenza, se socializa, es propiedad colectiva.
Como la persona que tiene un perro, lo saca a pasear, el animal defeca en la acera y ambos siguen su camino; el perro es su propiedad privada, sus excrementos quedan socializados, nos pertenecen a todos.
Mientras los dueños del poder en Washington pelean con los Fanjul, el presidente dominicano, Luis Abinader, aprovecha la cuestión para agitar el anti-haitianismo electoralmente.