Hasta un hijo para el cardenal
Roberto Valenzuela
SANTO DOMINGO.-Desde que inició la revolución de la Internet, que tiene al mundo “patas arriba”, he dicho que “las redes sociales enredan” o “dañan a cualquiera”. Son un instrumento de transparencia contra el cáncer de la corrupción en cualquier país (no hay nada oculto bajo el sol). También, en un momento determinado, las redes sociales sacan lo peor del ser humano: el odio, resentimiento, falsedad, hipocresía, morbo, bajeza, venganza, mediocridad, cobardía, travesuras, intolerancia, mezquindad, egoísmo, individualismo, envidia y las malquerencias.
Digo lo anterior para recalcar que las redes sociales pueden sacar lo mejor del ser humano, pero también lo peor.
Ya para usted informarse de lo que pasa en el mundo no tiene que sentarse a esperar ocho, diez horas a los noticiarios de radio y televisión; o 24 o más horas para recibir los periódicos impresos. Esa útil herramienta informativa, paradójicamente, al ser mal usada, se convierte en desinformadora con rumores y las noticias falsas. Estas se difunden por el mundo en cuestión de segundos, porque siempre alimentan el morbo.
Pueden salvar vidas, por ejemplo, cuando alguien enfermo necesita donación de sangre. Siempre aparece un buen samaritano dispuesto a donar o sabe de alguien que lo puede hacer. Del mismo modo, ayudan mucho cuando alguien, un niño, anciano está desaparecido. Igualmente hay unos bellacos que comienzan a difundir informaciones falsas diciendo que vieron esa persona desaparecida en tal o cual lugar.
Se suele decir que “matan a cualquiera”. Es común, aprovechando que figuras conocidas están enfermas, difundan la información de que falleció, creando gran conmoción en sus familiares y seguidores.
Hace un tiempo difundieron la falsa información del fallecimiento del padre del presidente Danilo Medina, Juan Pablo Medina, quien había estado enfermo. Fue necesario desmentir esa funesta información.
En varias ocasiones divulgaron la información de la presunta muerte del distinguido periodista César Medina, aquejado de un terrible cáncer. Cuando realmente murió el pasado jueves, nadie, incluyendo los colegas de la prensa, creíamos la información. Fue necesario que apareciera en los diarios tradicionales como el Listín Diario y Diario Libre.
Desde que a una persona “lo matan por las redes” o realmente muere, estallan, los cobardes-enemigos encubiertos, en los insultos más bajos. Hacen fiesta, una celebración de la muerte de alguien al que no se atrevieron enfrentar en vida. “César, salúdame a lucifer”, escribió una persona la primera vez que se difundió la falsa información sobre la muerte de César Medina, un ícono del periodismo.
Al síndico de Santo Domingo Este, Juan de Los Santos (Juancito), luego de su asesinato, lo hicieron tendencia en las redes, diciendo las cosas más feas de él.
Es triste ver la gente “cebándose” contra un muerto, que ya no se puede defender. Lo que usted, por cobardía u otra razón, no le dijo a un enemigo en vida, no se lo diga después de muerto.
Un humilde consejo: no se alegre de la muerte de nadie, sea amigo o enemigo; porque el siguiente muerto puede ser usted o un familiar suyo. Hacia allá vamos todos.
El cardenal
Entre un caso y el otro; entre una diablura y la otra, al que fue el príncipe de la Iglesia Católica dominicana (su nombre se barajó varias veces como posible Papa), monseñor cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, le inventaron hasta un hijo. Sin respetar que ya está enfermo, en retiro y que tuvo una vida pastoral prolífica a favor de los mejores intereses de su país, una mujer dice tener un supuesto hijo con nuestro cardenal: publicó fotos inventadas en las redes.
Esto llevó a que sus padres la desmintieran. Mostraron un acta de nacimiento certificada que demuestra que el niño es de una hermana de la joven acusadora, que además nunca ha tenido hijo. De por Dios, respetemos a nuestros grandes hombres.
Buscando una explicación en la sociología, en cada hecho social que nos ocurre; muestra una República Dominicana dividida por la intolerancia política, tema racial (pro-haitianos y anti-haitiano”, la religión, clase social y demás.