Roberto Valenzuela
SANTO DOMINGO.-El buen amigo Alfredo Pacheco, cuando era presidente de la Cámara de Diputados, solía decirnos a los reporteros que los políticos no son seres de otra galaxia, son de carne y hueso que sienten y padecen. Explicaba que los políticos, como todos los mortales, sienten el dolor de cuando se le enferma o muere un familiar.
Yo vi al expresidente Leonel Fernández llorando de forma abrumadora, mientras decía unas palabras en el entierro de su padre, José Antonio Fernández Collado. Tonty Rutinel, un hombre que se le tiene como duro, estaba abrumado del dolor en el entierro de su madre, doña Francisca Otilia.
Los periodistas que acudimos a la cobertura del entierro de la madre del hoy presidente Danilo Medina nos llamó la atención de los ademanes de dolor profundo de este, a pesar de su peculiar tranquilidad. La señora Amelia Sánchez murió el 07 de septiembre de 2004. Danilo era secretario de la Presidencia. La escena más conmovedora de ese entierro fue cuando se marchaban del Cementerio Cristo Redentor y una hermana de Danilo dijo que ella se iba a quedar con su madre recién sepultada porque a esta le daba miedo la soledad y había dicho que no la dejaran sola. Y se arrojó encima de la lápida, mientras Danilo (apretaba los labios) y la convencía de que se tenían que marchar.
Recuerdo estas escenas, para quejarme sobre la forma irresponsable, poco profesional (carente de ética periodística para ofrecer una información sobre una persona enferma) del trato que dieron en algunos medios de prensa y las redes sociales al quebranto del padre del Presidente, el señor Juan Medina, de 99 años de edad.
Un medio, sin la confirmación periodística de rigor, se aventuró a informar sobre su fallecimiento en las redes sociales. Luego que el Palacio Nacional y el hospital niegan la versión, ese canal de televisión no tuvo la delicadeza de disculparse con su audiencia y seguidores en las redes sociales.
Lo peor fue que periodistas (muy críticos con el Gobierno) de ese mismo medio no respetaron el dolor o el momento por el cual estaba pasando el Presidente y sus familiares para emitir comentarios hirientes en las redes sociales. Faltando a la ética y con humor negro, se burlaban de que el mandatario “es vanidoso” porque llevó su padre a tal o cual hospital; o decían que al enfermo lo “rebotaron” de aquí para allá. Comentaban cosas tan desagradables que no vamos a repetir.
Me gustaría saber si a estos críticos desenfrenados les hubiese gustado que cuando un familiar suyo esté enfermo se hagan los mismos comentarios que ellos hacen con el padre del Presidente. Lo mucho hasta Dios lo ve; lo mucho hasta un ciego lo ve, dice el refrán popular. Estos colegas se pasaron de la raya: abusan, cometen acoso mediático, llevando al plano personal sus diferencias políticas con el gobernante.
No importa que sea presidente, un rey o el ciudadano más humilde del mundo, todos merecemos un trato respetuoso, con dignidad; sobre todo, cuando se trata de la parte más débil del ser humano: la enfermedad o muerte de un familiar. Pongámonos en cadena de oración por la salud del padre del gobernante y que Dios le permita tenerlo muchos años más con su familia. La oración debe ser por el ser humano, no por el familiar del aliado o adversario político.