TRINCHERA DIGITAL.-Ya, oficialmente Reino Unidos no forma parte de la Unión Europea. Tras un matrimonio de 47 años su gobierno ha decidido mediante un referendo separarse del grupo de naciones europeas y desde la medianoche de este viernes-hora británica- ha dejado de ser parte del viejo continente. Su ministro, Boris Johnson ha celebrado la ocasión y prometido al país el principio de una era de nuevas oportunidades y trabajos hacia el futuro. Ni corto ni perezozo, el gobierno del Presidente estadounidense Donald Trump ha ofrecido a los ingleses un acuerdo comercial y lo ha hecho a través de una llamada telefónica de su secretario del Departamento de Estado, Mike Pompeo.
DETALLES
Una reseña del diario español El País destaca que Boris Johnson, el primer ministro británico, tiene a partir de este sábado un reto de dimensiones colosales: recuperar la unidad de un país dividido entre los que reciben el Brexit como una “liberación” y los que lo consideran “una tragedia y un error histórico”. El primer ministro británico ha hablado este viernes del “amanecer de una nueva era” y ha presentado la salida del Reino Unido como “un momento de cambio y renovación nacional”. Las celebraciones oficiales, sin embargo, se han reducido a la mínima expresión, para no reabrir las heridas aún frescas después de más de tres años de rabia y bloqueo.
Como el corredor que llega exhausto a la meta del maratón o como el esquiador que deja finalmente de dar volteretas después de un gran batacazo, solo los partidarios más furibundos del Brexit tenían ganas de celebración. El resto se ha quedado sin fuerzas para celebrar nada. Y los defensores de la permanencia en la UE se han limitado a expresar su tristeza, resignación, casi su alivio, ante un hecho consumado.
El Reino Unido abandonó oficialmente en la medianoche de este viernes (hora peninsular española) las instituciones comunitarias, después de 47 años. “La tarea de este Gobierno —mi tarea— es volver a unir a este país, y llevarlo hacia adelante. Y lo más importante que debo decir esta noche es que esto no es un final sino un principio”, ha dicho Johnson en un mensaje a la nación, grabado un día antes en Downing Street y retransmitido por las televisiones nacionales una hora antes de la culminación del Brexit. Contuvo el primer ministro su naturaleza entusiasta —la que le llevó en un primer momento a anunciar que repicarían las campanas del Big Ben— y ordenó que las celebraciones fueran modestas y alejadas de cualquier triunfalismo. Reunió a sus ministros por la tarde en Sunderland, al norte de Inglaterra. Allí se anunció, en el referéndum de 2016, el primer resultado a favor del Brexit. A su llegada, un grupo de manifestantes se encargó de gritarle que no era bienvenido. “Se trata de usar este nuevo poder, esta soberanía recapturada, para dar a la ciudadanía los cambios por los que votó (…) Vamos a redescubrir músculos que no habíamos usado durante décadas”, ha dicho Johnson en su mensaje a la nación.
Downing Street ya ha anunciado que será el lunes cuando Johnson se dirija a los británicos, en vivo y en directo, para explicarles cuáles son sus planes para los siguientes once meses, cuando se abran las negociaciones con Bruselas para definir la relación futura entre los dos bloques. No será un camino fácil. Cuenta con una mayoría abrumadora en la Cámara de los Comunes y un Partido Conservador aparentemente unido en torno a su figura. Los tories ya no se acuchillarán entre ellos por la “cuestión europea” pero corren el riesgo de resucitar otra vieja guerra. La de los partidarios a ultranza del libre comercio, que aspiran a romper cualquier atadura con las reglas de la UE, y la de los proteccionistas que comiencen a ver en los próximos meses las consecuencias del Brexit para los agricultores, ganaderos, pescadores o empresarios de sus respectivas circunscripciones electorales.
“Gran Bretaña está ante una encrucijada. Al abandonar la UE, tenemos la oportunidad de definir nuestro futuro papel en la comunidad internacional para las próximas décadas. Cambiará el lugar que ocupamos en el mundo. La cuestión está en saber qué dirección tomamos”, ha dicho este viernes el aún líder de la oposición, Jeremy Corbyn. Acertó finalmente en el diagnóstico el veterano político que, con su ambigüedad respecto a la crisis más grave vivida por el Reino Unido en las últimas décadas, condujo al Partido Laborista a una catástrofe histórica.
Johnson ha decidido celebrar en privado, con una cena repleta de productos ingleses en Downing Street, la llegada de la nueva era. Ha reunido a sus ministros y a todos aquellos asesores y estrategas que colaboraron en los tres últimos años para que el abandono de la UE fuera una realidad. Un proyector digital ha reproducido en las fachadas de algunos edificios gubernamentales la cuenta atrás del reloj. La Union Jack, la bandera roja, azul y blanca que representa un país que hoy corre un serio riesgo de romperse, ondeó en The Mall, la avenida que une Trafalgar Square con el palacio de Buckingham. Los defensores del Brexit han celebrado su victoria frente al Parlamento británico, con discurso incluido del ultranacionalista Nigel Farage, el único protagonista de esta historia que ha sostenido su histrionismo hasta el último minuto. “Concluye un importante capítulo de mi vida. Es como el último día de escuela. Te gusta cuando llega, pero te produce cierta aprensión el mundo que hay afuera”, ha explicado este viernes a la cadena ITV, en una de las múltiples entrevistas que concedió para rebañar un protagonismo que se diluye a toda velocidad.
Porque hasta los euroescépticos más recalcitrantes mostraron cierto pudor. “No queremos ser triunfalistas, pero creo que, en un gesto de simpatía hacia Europa, se nos puede permitir a algunos de nosotros que este viernes [por ayer] bebamos algo de vino espumoso francés”, ha dicho Jacob Rees-Mogg, el político que más ayudó a endurecer el discurso conservador desde su European Research Group (Grupo de Investigaciones Europeas).