Se rompió la taza, cada uno «pa su casa»… y sin tomarse siquiera un cafecito

HANOI, Vietnam.-Se rompió la taza… cada uno «pa su casa»!. Trump y Kim no llegaron siquiera ni a tomarse juntos un cafecito. La mesa donde se sentaron muy brevemente lucía vacía… y quedó vacía. Es que en la propia casa el ex mano derecha del mandatario estadounidense, el señor Cohen ha hablado hasta por los codos y lo menos que ha dicho ante el Senado contra su ex jefe es que éste es «racista y farsante además de mentiroso». Ni corto ni perezozo, Donald Trump abordó su avión Number One y con truño incluído regresó este mismo jueves a su terruño querido. De su lado, Kim Jong-un también se fue para su país sin nada nuevo en las manos. La ruptura abrupta de la cimera entre ambos líderes tuvo su origen en que el mandatario de Corea del Norte puso como condición inmediata al desmantelamiento de sus instalaciones nucleares a que EEUU deje sin efecto las sanciones en su contra de manera total e inmediata. Y se armó el juidero.

DETALLES
El diario virtual El País reseña que dicha cumbre fue un gran fiasco.

La cumbre de Hanoi entre el presidente de EE UU, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, ha concluido sin acuerdo, sin una hoja de ruta sobre cómo proceder y con la credibilidad del proceso de negociación considerablemente tocada. Después de que los líderes se marcharan cada un por su lado del histórico hotel Metropole, les corresponderá ahora a los equipos negociadores de los dos bandos recoger los pedazos. Y sobre Trump pende ahora la responsabilidad de demostrar que este proceso de conversaciones puede arrojar resultados y es algo más que un carísimo reality show diplomático.

“Podíamos haber firmado un acuerdo, pero no creí que fuera apropiado”, declaró Trump, en una rueda de prensa pensada, inicialmente, para lanzar las campanas al vuelo sobre un acuerdo, y que al final tuvo que dedicarse a dar explicaciones sobre el fracaso. «Hay veces en que te tienes que marchar».

El problema se debió a diferencias insalvables en las expectativas de cada equipo y a un aparente error de cálculo sobre lo que cada parte estaba dispuesta a ceder. Un error de cálculo tan craso como inexplicable: ¿no era obvia la enorme diferencia en posiciones antes de la cumbre? Y si lo era, ¿cómo no se llegó a Hanói con una contraoferta aceptable para Pyongyang? Y si no había contraofertas aceptables, ¿para qué celebrar la cumbre?

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El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, lo aclaraba ya a bordo del avión de regreso a Washington: «cuando te las ves con un país de la naturaleza de Corea del Norte, a menudo ocurre que solo los líderes más altos tienen la capacidad de tomar esas importantes decisiones».

Según explicó el presidente estadounidense en su rueda de prensa, Corea del Norte había accedido a desmantelar su centro nuclear de Yongbyon, el corazón histórico de su programa de armamento, a cambio del levantamiento de todas las sanciones impuestas contra este país. Algo que Estados Unidos no quería dar. Y Pyongyang se negaba a incluir otras instalaciones nucleares, como le exigía Washington.

“Estaban dispuestos a desnuclearizar una gran parte de las áreas que queríamos, pero no todas. Así que tuvimos que levantarnos de la mesa”, explicó el presidente.

En suma, el gran escollo principal de todo el proceso, la diferente interpretación que cada parte hace de la palabra “desnuclearización”, ha podido más que todos los buenos deseos. Para Corea del Norte, se trata de un término vago, algo a conseguirse en algún momento en el futuro y que debe incluir la desaparición del paraguas nuclear estadounidense que protege a Corea del Sur pero amenaza su territorio. Para Estados Unidos, es el desmantelamiento completo y verificado del armamento no convencional norcoreano y sus instalaciones de producción.